
El cerebro ansioso experimenta angustia en lugar de miedo . Se siente agotado y al límite de sus recursos debido al ciclo repetitivo de preocupación y la sensación constante de estar rodeado de amenazas y presiones. La neurociencia nos dice que esta condición se genera por un estado de hiperactividad de la amígdala, nuestro centinela de las emociones negativas.
Napoleón Bonaparte decía que las preocupaciones deberían ser como la ropa que podrás retirar por las noches para dormir más tranquilo y que podrás lavar de vez en cuando para higienizarlos. Estos procesos cognitivos son en realidad en su mayoría estados mentales normales.
Anuncio Kerkhof El psicólogo clínico de la Universidad Vrije de Ámsterdam destaca un aspecto importante a este respecto. Preocuparse por algo es completamente comprensible y razonable. El problema surge cuando nos preocupamos día tras día por las mismas cosas. En este caso nuestra eficiencia cognitiva pierde fuerza y empezamos a hacer el peor uso posible de ese don que es la imaginación.
Una pregunta que siempre se han hecho los expertos en el campo de la neurociencia y las emociones es la siguiente: ¿qué provoca que nuestro cerebro caiga en esta deriva psicológica? ¿Por qué magnificamos los problemas hasta el punto de que no podemos dejar de pensar en ellos?
La ansiedad es como el cincel de un escultor, altera una gran cantidad de procesos mentales y cerebrales. Sin embargo, conocer los mecanismos fisiológicos de este proceso no resulta de mucha ayuda.
Preocuparse es una estupidez. Es como caminar con un paraguas esperando que llueva.
-Wiz Khalifa-

El cerebro ansioso y la convulsión de la amígdala
Un cerebro ansioso funciona al revés que un cerebro eficiente . Es decir el segundo optimiza los recursos hace un buen uso de las funciones ejecutivas disfruta de un adecuado equilibrio emocional y de un bajo nivel de estrés. El primero no. El cerebro ansioso se caracteriza por la hiperactividad, el agotamiento e incluso la infelicidad.
Sabemos qué es la ansiedad y cómo se alimenta de pensamientos cíclicos que, como la rueda de un molino, giran siempre en la misma dirección y producen la misma música. ¿Pero qué sucede dentro de nosotros? Un estudio publicado en Revista americana de psiquiatría nos ofrece una visión interesante.
Emoción y dolor
Los investigadores Stein Simmons y Feinstein de la Universidad de California creen que El origen del cerebro ansioso reside en amígdala y en nuestra ínsula cerebral.
Un aumento de la reactividad en estas estructuras corresponde a un Al mismo tiempo, estas áreas tienen la finalidad de captar amenazas presentes en el entorno e inducir un estado emocional capaz de reaccionar.
Cuando la ansiedad nos acompaña durante semanas o incluso meses se produce un proceso singular. Nuestra corteza prefrontal, que se encarga de promover el autocontrol y la racionalidad, comienza a ser menos eficiente.
En otras palabras, es la amígdala la que toma el control y acelera la intensidad de los pensamientos obsesivos. Al mismo tiempo Es necesario subrayar otro aspecto observado por los neurólogos en las pruebas de neuroimagen: la ansiedad genera dolor cerebral. La activación a nivel de la corteza cingulada anterior parece demostrarlo.

Algunas personas tienen una mayor tendencia a preocuparse demasiado
Sabemos que la preocupación excesiva puede derivar en estados de ansiedad de mayor o menor gravedad. Pero, ¿por qué algunos de nosotros gestionamos mejor las tareas diarias y otros caen en un círculo de pensamientos obsesivos y reflexivos?
A estudio realizado por la Universidad de Quebec y dirigido por Mark H. Freeston y Josée Rhéaume confirma la la capacidad de algunas personas para hacer buen uso de las preocupaciones.
Otras personas, en cambio, no dominan estos procesos, se bloquean e intensifican la preocupación.
El estudio explica que El cerebro ansioso puede tener un componente genético. . Pueblo altamente sensible También tienden a experimentar más este estado mental.
¿Cómo gestionar las preocupaciones de forma eficaz?
Nadie quiere tener un cerebro ansioso. Todos queremos una mente eficaz, sana y resiliente. Es necesario aprender a controlar las preocupaciones para mantener la ansiedad bajo control en la medida de lo posible. Porque sabemos que pocas realidades psicológicas son tan agotadoras (y dolorosas) como esta condición.
Veamos algunas reglas simples que ayudan a mantener la preocupación bajo control.
Tiempo de vivir, tiempo de preocuparse.
Este es un consejo simple pero efectivo. Se basa en una estrategia cognitivo-conductual que nos aconseja dedicar un tiempo concreto a las preocupaciones: 15 minutos por la mañana y 15 minutos por la noche.
En este cuarto de hora podemos y debemos pensar en todo lo que nos preocupa. También intentaremos dar respuesta al problema y pensar en una posible solución.
Fuera de este tiempo no debemos permitir que estos pensamientos entren. . Nos diremos a nosotros mismos que este no es el momento de pensar en ello.
Recuerdos positivos como anclas
Las preocupaciones son como cuervos negros que sobrevuelan nuestro campo mental. Llegan sin haber sido llamados y deambulan dispuestos a desembarcar fuera del tiempo que hemos decidido dedicarles.
Cuando aparezcan debemos estar preparados para ahuyentarlos. Una forma de lograrlo es permanecer anclado a recuerdos positivo y relajante . Podemos evocar un recuerdo, una sensación, una imagen relajante.

Sin embargo, debemos tener en cuenta un aspecto: Estas estrategias toman tiempo, requieren compromiso, fuerza de voluntad y constancia. . No es fácil domar la mente y calmar los pensamientos ansiosos. Cuando hemos pasado buena parte de nuestra vida dejándonos llevar por el ruido de fondo que dejan las preocupaciones excesivas, resulta complicado cambiar.
Sin embargo, se puede hacer. Sólo hace falta apagar el interruptor de la angustia, renovar la mirada con nuevos sueños y no olvidar el ejercicio físico. El resto vendrá con el tiempo.