Ser sincero es un estilo de vida.

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Para poner en práctica la sinceridad hacia los demás es necesario ser honestos con nosotros mismos ante todo. Tener claro lo que queremos o no nos permitirá ahorrar tiempo y evitar caer en situaciones altamente estresantes y costosas emocionalmente. Por tanto, la honestidad debería ser un estilo de vida.

Ser honesto nos ahorra tiempo y limpia las relaciones. Hacer un buen uso de la honestidad y la integridad hacia uno mismo dejando claro qué permitimos y qué no queremos que suceda, qué es correcto y qué no, facilita la convivencia y evita situaciones embarazosas y nada positivas. Sin embargo, no es tan sencillo hacer uso de la sinceridad.

Confucio decía que la persona sincera que siempre dice la verdad ya ha construido el camino al cielo. Sin embargo, seamos realistas: muchos de nosotros fuimos criados para ser correctos en todas las circunstancias y mantener ese respeto atento hacia los demás. A menudo hacemos de las pequeñas mentiras nuestro salvavidas por miedo a ser rechazados o señalados.

Digamos sí a esa fiesta con los compañeros de trabajo para no quedarnos atrás. Mantenemos amistades que emocionalmente han caducado durante años por miedo a lastimar a la otra persona. Apoyamos a nuestra pareja en determinadas decisiones aunque sepamos que no son las adecuadas y lo hacemos para no apagar el entusiasmo de alguien a quien queremos.

Son numerosas las situaciones que se presentan en las que elegimos decir una media mentira o esa media verdad que, aunque movida por buenas intenciones, puede atraer situaciones que a la larga son todo menos ventajosas. Sea sincero (pero sin practicar el sincericidio ) debe ser ese engranaje recurrente en nuestro propio Ser con el que construir una realidad más saludable para todos.

La sinceridad puede ser humilde pero no servil.

-Lord Byron-

Seamos honestos con nosotros mismos

Nada puede encapsular tanta armonía como ponerla en práctica. forma transparente de comunicación en el que dejar caer armaduras, falsedades, miedos y condescendencia. Hay quienes se enorgullecen de ser siempre correctos y respetuosos cuando en realidad son expertos en el arte de la hipocresía: es decir, fingen sentimientos, conductas o ideas contrarias a lo que realmente piensan o sienten.

Son muchos los que van por el mundo sin una línea a seguir. Quien piensa una cosa y dice otra es quien siente una realidad concreta y acaba comportándose de forma contraria. Vivir olvidando ciertos pensamientos, deseos, acciones y comunicación genera un profundo malestar y pueden favorecer situaciones que provoquen a largo plazo profunda infelicidad .

Estudios de investigación como el realizado por la Universidad del Sur de Dinamarca dirigido por el Dr. Stephen Rosenbaum lo dejan claro: la honestidad debería ser una regla en nuestra sociedad. Hacer uso de la sinceridad ahorra costes de todo tipo: emocionales, relacionales, laborales, etc. Es un principio de bienestar para nosotros mismos y para los demás. Pero, ¿cómo se practica la honestidad? ¿Cómo empezar a aprovecharlo bien? Aquí tienes algunos trucos.

Empieza a ser honesto contigo mismo

Hay voces interiores que refuerzan nuestros miedos (díselo a tu jefe, a tu amigo, a tu padre o se enojarán contigo). Hay defensas que levantan verdaderas barricadas que nos impiden decir y hacer lo que realmente queremos. Todos estos universos psicológicos internos no sólo nos impiden ser auténticos sino que también dificultan nuestro crecimiento.

Debemos tener esto claro: cualquiera que quiera ser honesto con los demás debe serlo primero consigo mismo. Y esto requiere entrenamiento. dialogo interno de manera sincera y valiente cuando nos preguntamos qué queremos y qué necesitamos.

Las mentiras o la falta de honestidad os hacen prisioneros de la infelicidad

Ser honesto nos ahorra un tiempo precioso. Por ejemplo, nos impide dedicar tiempo y esfuerzo a personas, actividades o dimensiones que nos alejan de nuestros deseos o valores. Si pudiéramos practicar la verdadera honestidad ganaríamos en términos de confianza el uno en el otro porque nada hace más bien que poder contar con ese consejo o ese comentario de alguien que, lejos de intentar ser condescendiente o dar una buena impresión, se arriesga hablándonos desde el fondo de su corazón.

Pero hay otro aspecto a tener en cuenta. La falta de sinceridad nos lleva a decir mentiras que rápidamente requieren otras más grandes. para que el castillo de arena se mantenga erguido. El esfuerzo psicológico para evitar el colapso de tanta falsedad es inmenso y en poco tiempo nos damos cuenta de que esa práctica no es ni lógica ni saludable.

Ser sincero es un acto de valentía con grandes beneficios: ¡ponlo en práctica y tu mundo cambiará!

Po Bronson y Ashley Merryman, dos psicólogos expertos en educación infantil, indican en su libro que los niños mienten a tus padres más a menudo de lo que piensas por una razón muy básica: optan por recurrir a la mentira para hacer felices a sus padres y no defraudar las expectativas que tienen sobre ellos. Piensan que podrían decepcionarlos si les dijeran lo que realmente sienten.

En cierto sentido, así comienza esa frecuente necesidad de no siempre ser del todo sincero. Tememos decepcionar, tenemos miedo de no ser lo que los demás piensan, tenemos miedo de poner distancia o perder ciertas relaciones. Sin embargo, es bueno tener en cuenta que al actuar de esta manera en realidad nos traicionamos a nosotros mismos.

Ser sincero puede tener cierto impacto en la otra persona o generar sorpresa. Sin embargo, a la larga nos impide crear contextos más claros, felices y significativos al compartir la vida con alguien que nos importa. Por tanto, practiquemos la honestidad.

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