
Pedir ayuda no es sinónimo de debilidad o vulnerabilidad. De lo contrario Pedir ayuda es un acto de valentía mediante el cual no sólo reconocemos nuestros límites sino que también comprendemos y aceptamos el papel que tienen los demás en nuestro crecimiento personal.
En este sentido podríamos decir que pedir ayuda es en realidad un acto de fuerza y humildad porque a veces es precisamente a través de la petición de apoyo que reconocemos el valor de los demás y luchamos contra la presión que muchas veces nos transmite la necesidad de ser autosuficientes.
Como ya hemos observado varias veces el ser humano con su complejo sistema psicológico está diseñado para la cooperación y relación con el entorno que lo rodea el cual tiene como objetivo lograr el desarrollo colectivo.

Confianza: una piedra angular
Cuando pedimos ayuda expresamos la nuestra. confiar en los demás porque exponemos una parte importante de nosotros mismos A través de este simple gesto fortalecemos nuestros vínculos . Somos honestos y considerados con quienes nos rodean porque sabemos que pueden hacer algo por nosotros.
Tendemos a pensar que pedir ayuda socioemocional es un arma de doble filo. que podría llevar a otros a aprovecharse
Muy a menudo son las malas experiencias pasadas las que crean un conjunto de expectativas y decepciones que nos hacen pensar de esta manera y nos hacen reacios a pedir ayuda y mostrar a los demás nuestras necesidades.
Sin duda es un razonamiento sensato pero no podemos vivir con el miedo a que nos caiga un jarrón en la cabeza cada vez que salimos a la calle. Y esto significa que los límites que nos imponemos sólo son útiles cuando nos encontramos en una situación en la que realmente no es necesario protegernos más.

Pedir ayuda también es una excelente manera de comenzar a relacionarse con alguien además de ser un habilidad social Básico e indispensable para nuestro bienestar. Así como a nosotros nos gusta ayudar, los demás también pueden sentirse bien cuando nos ayudan.
Lejos de ser egoísta, ayudar a los demás es una forma de contemplar la belleza de las relaciones humanas y los vínculos que se establecen entre las personas y que surgen de nuestras acciones.
Por eso es bueno dejar de lado el orgullo y la necesidad de sentirnos infalibles, así como las excesivas reservas a la hora de compartir lo que sucede en nuestro interior. Y no lo olvidemos Ni siquiera la vergüenza es un sentimiento útil en estos casos.

Por otro lado, otro de los factores que más influye a la hora de pedir ayuda es el miedo a que se la niegue. En ese momento el miedo a ser juzgado Nos sentimos intimidados al igual que la posibilidad de que otros noten nuestra debilidad y que todo eso nos haga vulnerables. Por eso, pedir ayuda requiere de una buena dosis de confianza y debemos sentirnos a gusto frente a esas personas. Si no trabajamos estos dos pilares el intercambio nunca se realizará de forma fluida y natural.
Por todo ello no merece la pena perder la oportunidad de tocar Ayudar es maravilloso pero dejarnos ayudar no lo es menos. ¡Vale la pena intentarlo!