
La responsabilidad y la culpa de todo lo que me pasa siempre es de los demás.
Hay muchas personas incapaces de aceptar la responsabilidad de sus actos. destino . En estos casos siempre hay alguien a quien culpar de sus desgracias: evidentemente siempre es otro.
Es su pareja, su madre, su cuñada, esa persona que conoció... El repertorio es amplio. Tan ancho como quieras. La ceguera más limitante es la de no poder aceptar esa parte de nosotros que nos pertenece, que afortunadamente nos pertenece y que no es de los demás ni del destino. La negación más absoluta y la creencia de que la culpa de lo que nos pasa siempre es de los demás.
Proyectan sus responsabilidades hacia afuera para no responsabilizarse de ellas.
Hay verdaderos artistas de enmascarar la realidad y justificarla diciéndose: la responsabilidad no es mía. No se arrepienten ni les importa recurrir al autoengaño, en parte porque están acostumbrados a realizar este proceso de forma inconsciente. Sin embargo, el autoengaño sigue siendo un límite importante que desdibuja la realidad y la vuelve cada vez más difuminada. Más caótico, más hostil.
Perdemos el sentido de las cosas cuando hacemos que nuestras responsabilidades recaigan sobre los demás

Estas personas pasan gran parte de su tiempo quejándose. La queja es su bandera. Nunca es suficiente. Pueden quejarse de cada pequeño e insignificante detalle. Son totalmente incapaces de digerir la frustración. Se convierten en verdaderos tiranos de su reino. Lo peor es que el daño les duele primero a ellos y luego a las personas que aman.
Otros no siempre cumplen con nuestras expectativas.
Esto tiene mucho que ver con que no te conoces bien, que no te has mirado profundamente y que percibes tus propias sombras como las de los demás. Conocerte y aceptarte ahora en este momento es el primer paso hacia el cambio. Si una persona no conoce sus necesidades, sus impulsos y no sabe de dónde vienen sus acciones, difícilmente podrá buscar o encontrar una solución.
Si alguien no les presta atención se quejarán como niños y tratarán de llamar la atención manifestándose a toda costa. Todos o casi todos los medios son válidos en esta guerra. El otro debe reconocerlos a toda costa. Y cuando no les presta la atención que quieren, se enfadan. Le desean todo el daño posible y lo hacen culpable de sus frustraciones; les echan la culpa a ellos para evitar decepciones futuras.
Una frustración que surge cuando alguien no deja todo y trabaja duro para satisfacer sus necesidades. Por otro lado, en algunos casos las personas que les rodean solucionan sus problemas. problemas tan rápido que ni siquiera te das cuenta. En tales situaciones sienten que no tienen que agradecer a nadie porque para los demás es casi una obligación responder a sus preguntas.
Recupera las flechas que disparas y ganarás en madurez
No perciben a los demás como individuos separados de ellos mismos. Son esclavos que deben satisfacer sus necesidades tiránicas. Yo ordeno y tu obedeces. Y si no obedeces te haré sentir culpable y responsable de mis desgracias. Así es como piensan.

En el momento en que recuperemos todas las flechas que hemos disparado podremos tomar conciencia de las situaciones y remediar la irritante ceguera que hemos convertido en nuestra bandera. comunicación con el mundo exterior y con los propios patrones mentales. Estamos hablando de un hábito difícil de romper y que se ha ido desarrollando con el tiempo pero del que puedes sanar si recibes la ayuda adecuada.