
L' infancia para muchos es un símbolo de pureza, inocencia, vitalidad y alegría: quién no recuerda aquellos momentos en los que todo era risa y amor cuando nuestra mayor preocupación era qué postre había preparado nuestra madre.
¿Y si continuáramos llevando dentro de nosotros el reflejo de aquellos niños que alguna vez fuimos? Quizás nuestras ansias de cambio de felicidad y nuestras ganas de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida no sean más que la necesidad de dar voz a ese niño sabio al que a veces parecemos escuchar.
Nuestra vitalidad es un niño que nos habla
La vejez es más que el reflejo físico de la edad, una cuestión de actitud:

Una de las necesidades de ser adulto es mirar futuro : haz algo que tendrá consecuencias positivas mañana. Ser adulto significa ser responsable de tus acciones y preocuparte por quienes están bajo tu protección.
Aunque es correcto tener en cuenta estos aspectos No podemos olvidarnos de nuestro niño interior, ese que nos empuja a ser creativos, a renovarnos y a no dejar nunca de ser jóvenes. Es gracias a él que no dejaremos de creer en la vida.
¿Cuándo fue la última vez que reflexionaste sobre lo que realmente te hace
Tal vez el principito De y que nos hace comprender que lo esencial es invisible a los ojos.
Si somos más permisivos con esa parte de nosotros que nos pide alejarnos de los aspectos negativos del mundo adulto, nos daremos cuenta de que a veces lo que nos hace felices está muy lejos de lo que nos parece obvio. Una mirada inocente y fresca puede darse cuenta de esto mucho antes que una mirada.
Acepta al niño que vive en ti: mira de nuevo
Quizás la edad adulta no sea más que una perspectiva diferente en la que pasamos de maravillarnos por lo que nos rodea a asustarnos de lo que no es normal. ¿No es cierto que las cosas normales se pueden mirar con ojos de asombro? Quizás este sea precisamente el punto: maravillarnos ante el mundo como si lo viéramos por primera vez todos los días como alguien que está dispuesto a darle la bienvenida a la casualidad en su vida. De esta manera nos alegraríamos y valoraríamos más las cosas que están a nuestro alrededor pero que no vemos.

No hay nada de malo en sacar nuestro lado infantil. Esto no significa renunciar al lado adulto sino lograr un equilibrio entre ambos que nos permita a ambos Observar el mundo con ojos de adulto es necesario pero pintarlo con los matices del niño interior resulta sorprendente.
Seamos racionales: escuchemos a nuestro niño interior porque tiene más lecciones que darnos de las que pensamos y todas ellas nos conducirán por el camino de la felicidad . No perdamos la curiosidad, las ganas de disfrutar de la vida y de la inocencia: Analizamos el mundo como lo analiza el principito y tratamos de llegar hasta donde nuestros ojos nos lo permiten.