
Recuperar el contacto con la naturaleza tras un aislamiento que duró varias semanas es casi una necesidad vital . Niños, adultos y ancianos se benefician de este acercamiento al mar o a la montaña con el viento y el sol moviendo las hojas de los árboles en el corazón de un entorno que tiene el poder de dar nuevas fuerzas y esperanzas. Nuestra salud física y mental necesita más que nunca de este escenario primordial.
Algunas personas tienen la suerte de vivir en el campo o cerca del mar y esto invita a los sentidos a un descanso extraordinario. Pese a ello, una buena parte de la población enfrentó este aislamiento obligatorio en entornos urbanos y muchas veces en apartamentos de unos pocos metros cuadrados . El impacto psicológico suele ser agotador hasta el punto de aumentar los niveles de estrés y ansiedad.
El mundo entre cuatro paredes y con una ventana para entrar en contacto con una autopista, un centro comercial o cualquier otro paisaje propio de nuestras ciudades genera el mismo malestar que sufre un preso. La mente que permanece prisionera de este lienzo de grises monótonos día tras día acaba sufriendo lapsos de memoria y cambios de humor.
Las personas no están hechas para un aislamiento continuo y una de las cosas que más extraña el ser humano en estas condiciones es el abrazo envolvente de la naturaleza.
Hay momentos en los que toda nuestra ansiedad y esfuerzo acumulado se relajan en la infinita pereza y descanso de la naturaleza.
– Henry David Thoreau-

Ponerse en contacto con la naturaleza después del aislamiento: más que un deseo, una necesidad
Nadine Nadkarni psicóloga de la Universidad de Utah Salt Lake City en 2010 realizó un interesante experimento en el Reformatorio del Río Snake en Oregón. Entre los presos no faltaron la agresividad, la violencia y los estados de ansiedad, así como altos niveles de estrés. Por lo tanto, era necesario desarrollar una estrategia para mejorar la coexistencia.
el estudio luego fue publicado en la revista Naturaleza y desde entonces es un referente en el campo de la psicología penitenciaria. El Dr. Nadkarni planeó instalar imágenes de paisajes naturales en las celdas. También se instalaron pantallas en las celdas de aislamiento en las que se sucedían vídeos de bosques, ríos, mares…
Los resultados fueron muy positivos. Se redujeron los niveles de ansiedad y se logró el entrenamiento. Salas a las que los presos podrían tener acceso para ver vídeos de 45 minutos y mejorar su estado de ánimo. Todo esto nos muestra que la naturaleza tiene un impacto catártico en el ser humano capaz de modular nuestro bienestar físico y mental.
Pero la gente no se beneficia sólo de ver pinturas o vídeos de un bosque o un río. Lo que también necesitamos es el contacto con la naturaleza. Especialmente si hemos pasado varias semanas aislados debido a la actual pandemia.
Nuestro cerebro necesita el azul del cielo y el verde de los prados
Pablo Picasso Solía decir que los colores son el reflejo de las emociones impresas en la naturaleza. En cierto modo tenía razón. Cuando nos encontramos en un espacio cerrado, nuestros ojos y nuestra mente necesitan acercarse a una ventana para buscar el color azul del cielo. Cuando empiezan a verlo se sienten en paz.
Los psicólogos Joanne K. Garrett y Mathew P. White de la Facultad de Medicina de la Universidad de Exeter en el Reino Unido realizaron un estudio de investigación en el que se hizo un descubrimiento interesante: las personas que viven cerca del mar o en el campo disfrutan a largo plazo de una mejor salud física y psicológica.
El color de estos paisajes y la luz del sol reducen los trastornos de ansiedad e incluso los mejoran el estado de salud de las personas mayores . Por si fuera poco, Marc Berman, psicólogo de la Universidad de Michigan y experto en el campo de la psicología ecológica, afirma que el color verde de los paisajes naturales tiene un efecto positivo en el cerebro. Y este efecto es casi inmediato.

¿Cómo podemos ponernos en contacto con la naturaleza después del aislamiento?
Lo necesitamos. Tenemos el deseo de entrar en contacto con la naturaleza; extrañamos sus aromas la calidez de la luz de sus amaneceres y atardeceres. Queremos pisar su suelo con respeto, descubrir sus rincones, sentir el viento susurrar entre las ramas mientras acaricia nuestra piel y llena de oxígeno nuestros pulmones…
Sin embargo, gran parte de nuestra sociedad todavía está bloqueada. Hay muchas personas -adultos, niños y ancianos- que todavía no pueden trasladarse a las zonas rurales y mucho menos a la costa si viven en zonas urbanas. ¿Qué podemos hacer en estos casos? Algunas estrategias sencillas pueden ayudarnos:
- Google nos ofrece recursos para viajar a lugares del mundo a través de la pantalla. Podemos descubrir reservas naturales, islas, bosques, montañas, parques protegidos.
- Colgar fotografías e imágenes de paisajes naturales en las paredes de tu casa también tiene un efecto relajante.
- Podemos relájate mientras escuchas los sonidos de la naturaleza como el correr de las aguas de los ríos, el canto de los pájaros, el sonido del mar.
Por último, pero no menos importante, recordemos que es fundamental recibir al menos 20 minutos de sol al día. Estar cerca de una ventana y pasar tiempo en el balcón o terraza es fundamental para nuestra salud física y psicológica. El color azul del cielo y la luz del sol nos dan nueva vida y mejoran nuestro estado de ánimo. La naturaleza siempre nos espera con los brazos abiertos. Volveremos a abrazarla.