Poner la mesa. Sillas vacías. Relaciones rotas. Familias separadas. La Navidad, época de alegría y reencuentros, está teñida de nostalgia, tristeza, angustia e infelicidad. La alegría propia de estas fechas ya no existe. Ya no percibimos alegría desde nuestra silla.
Ya no. La navidad ya no es esa luz que siempre está encendida porque falta alguien porque todo cambia con el paso de los años y perdemos esa maravillosa emoción que nos invadió de niños, abandonamos la inocencia que nos hacía apreciar cada pequeño detalle. Hasta la banalidad más infinitesimal estaba llena de magia viva que ahora el rencor y las ausencias no nos permiten ver.
¿Por qué la tristeza nos invade en estos momentos? Cuando se acercan las fiestas y los preparativos, regalos, decoración y elección de menú empiezan a tomar forma i recuerdos vuelan y aterrizan en nuestras mentes. No podemos evitarlo. El poder evocador de la Navidad hace que notemos más las ausencias, las decididas a propósito y las que suceden.

¿Cuántos de nosotros somos el día 24? ¿Y el día 25? ¿Quién viene? ¿Y dónde estoy?
¿Cuántos de nosotros somos el día 24? ¿Y el día 25? ¿Quién viene? ¿Y dónde me siento? Inevitablemente estas preguntas surgen ante la presencia de sillas vacías que corresponden a las personas que se han alejado o han fallecido. Recuerdos de tiempos vividos en tiempos que ahora parecen más felices, más plenos, más nuestros respecto a los que están por llegar y los actuales.
Las personas que están lejos, las que la vida ha puesto por otro camino, las que han elegido no estar ahí, las que se han resentido, las que se han llevado muerte . Esas sillas vacías que nadie ocupa físicamente en estas fechas nos acompañan a trasladar el sufrimiento al momento presente.
Un sufrimiento anestesiado y adormecido por la rutina diaria de la vida. Las sillas vacías duelen nos llenan los ojos de lágrimas, nos llenan el alma de dolor y de abrazos contenidos que se quedan sin un cuerpo al que agarrarse.
Por supuesto que duelen. Pero en las sillas vacías hay un espacio para abrazar, aceptar y nombrar sin miedo porque podemos llorar por ausencia pero las sillas ocupadas merecen nuestra sonrisa.
No es necesario forzarnos a estar alegres pero sí es bueno buscar un estado de paz y calma. El miedo, la angustia y la tristeza no son eternos aunque nos asusten.

Sillas vacías: la Navidad es una contradicción
La Navidad es una auténtica contradicción. La magia que genera compartir buenos momentos choca fuertemente con el sufrimiento que provocan las ausencias por el deseo de volver a ver a la persona fallecida por el remordimiento por una silla vacía por elección propia o por peleas éxitos a lo largo de los años.
En este sentido es muy importante que los presentes hablen con naturalidad y permitan que esta sensación salga del corazón. De lo contrario, la sombra de la silla vacía infectará a todos con un estado de ánimo contradictorio y se creará una atmósfera de palabras no dichas.
No podemos evitar que algunas sillas queden vacías pero debemos recordar que también hay sillas ocupadas llenas de presencia y amor. Probablemente no todas las sillas ocupadas nos hagan sentir bien pero esto no debe restar importancia a las otras que nos hacen sentir bien. Debemos recordar que tarde o temprano la vida nos separará de las sillas que tanto amamos hoy.

En estas fiestas tan esperadas por algunos y rechazadas por otros debemos brindar por todo lo que tenemos. Porque siempre es bueno levantar nuestras copas y agradecer que lo nuestro Corazón sigue latiendo. Demos paz a las sillas ocupadas y recordemos los buenos tiempos cuando las sillas vacías todavía estaban con nosotros.
Ahora sólo nos queda desearos unas maravillosas fiestas navideñas llenas de alegría y felicidad. ¡Feliz navidad!