
El cerebro de un optimista aborda la realidad, la procesa y la comprende de otra manera. Esta capacidad de ver un rayo de sol incluso cuando los demás sólo ven una pared o una ventana cerrada está vinculada a áreas cerebrales muy específicas responsables de la apertura de mente, la flexibilidad, la resiliencia y la capacidad de gestionar mejor el estrés de la vida diaria.
Entonces es cierto que el cerebro de un optimista ¿Funciona de manera diferente que el de una persona pesimista? Hay que precisar que desde el punto de vista anatómico (como es lógico) no existe diferencia entre ambos. Todo ser humano tiene la misma estructura cerebral, por lo tanto la diferencia sustancial radica en la forma en la que estas áreas se activan y conectan entre sí.
Nuestro cerebro nos define lo que hacemos y pensamos y cómo abordamos la vida. Por ejemplo, sabemos que el estrés crónico y el mantenimiento de altos niveles de cortisol durante un tiempo prolongado pueden modificar algunas estructuras cerebrales, incluido el hipocampo, la amígdala y el sistema límbico. Si esto sucede, nuestra memoria se ve afectada, nuestra capacidad de atención se reduce drásticamente y nuestra capacidad de toma de decisiones también se ve comprometida.
El cerebro, este órgano sensacional que es fiel reflejo de la grandiosa evolución de nuestra especie, tiene sin embargo sus límites. No siempre es tan eficiente como esperaríamos. De hecho, es bien sabido que existen personas con mayor predisposición genética al desarrollo de trastornos mentales como la depresión y la ansiedad. Otros, por el contrario, parecen más resilientes y toleran mejor el estrés gracias a una afortunada combinación de educación genética y estrategias personales de afrontamiento.
En resumen, el cerebro humano se caracteriza por una extraordinaria plasticidad ; cualquiera puede trabajar para adoptar una actitud un poco más optimista en la medida de lo posible.
El optimismo es la base del coraje.
-Nicholas M. Butler-

¿Los optimistas nacen o se hacen?
Todos conocemos a optimistas incurables. Personas que parecen no ver las dificultades cuando tienen un problema, que no pierden la positividad ni siquiera en los peores momentos y que además transmiten su entusiasmo a los demás. ¿Cómo lo hacen? ¿Nacieron con optimismo innato? ¿O tal vez le tomó años de autoentrenamiento y psicología positiva para llegar a ser así?
Estudios como el realizado por el King's College de Londres revelan datos interesantes sobre el optimismo. La genética es responsable de sólo el 25% de nuestra actitud positiva, lo que significa que heredamos sólo este pequeño porcentaje de optimismo de nuestros padres. El resto, nos guste o no, depende de nuestra actitud, de nuestra visión de la vida y de nuestra determinación.
Especialistas del sector como la doctora Leah Weiss, profesora de la Universidad de Stanford y experta en mindfulness en el trabajo, confirma que, en realidad, algunas personas son optimistas por naturaleza. Sin embargo explica que estas personas deciden en un momento concreto qué actitud adoptar ante los problemas y qué estrategias utilizar para producir el cambio.

¿Qué hace diferente al cerebro de un optimista?
Antes de pasar a describir el cerebro de un optimista, hay algunos aspectos que conviene aclarar. En primer lugar, hay que subrayar que optimismo no es necesariamente sinónimo de felicidad. Una actitud optimista simplemente incluye todas las estrategias y habilidades que nos permiten mejorar la calidad de nuestra vida. Optimismo
La actitud positiva propia de las personas optimistas proviene de una capacidad muy importante: saber gestionar el estrés diario.
Esta visión optimista le permite gestionar mejor la tristeza . Por tanto, las personas optimistas son menos propensas a sufrir trastornos de ansiedad y depresión. También parece que están más predispuestos a establecer vínculos más fuertes y duraderos.
El cerebro de un optimista: hemisferio izquierdo
El doctor Richard Davidson, director del laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Wisconsin, realizó una serie de estudios para demostrar un fenómeno tan curioso como elocuente. El propio Daniel Goleman en una de sus artículos explica los resultados de este estudio:
Cuando una persona está angustiada, enfadada o tiene altos niveles de ansiedad, ira o frustración, las áreas cerebrales más activas son la amígdala y la corteza prefrontal derecha . Por el contrario, cuando estamos en un estado emocional más positivo, optimista, entusiasta y lleno de energía, la corteza prefrontal izquierda registra mayores niveles de actividad.
Por tanto, esta investigación demuestra que las emociones positivas activan el hemisferio izquierdo del cerebro. Así que aquí estamos

Es bueno tener presente un hecho interesante que David Goleman subraya a menudo en sus libros y artículos: todos podemos desarrollar una actitud positiva, abierta y flexible. Sólo necesitamos aprender a gestionar mejor el estrés, canalizar nuestras emociones y utilizarlas a nuestro favor. Nunca es tarde, concentrémonos y dirijamos siempre nuestra mirada hacia el horizonte.