
A veces llega esa sensación extraña: nos parece que ya nada es igual que antes. Las miradas pierden brillo, las palabras pierden su melodía y día tras día somos cada vez más conscientes de que sólo nos queda ceniza y que tarde o temprano llegará un fuerte viento que lo barrerá todo y lo cambiará todo. Momentos para los que tendremos que estar preparados.
No es fácil. A lo largo de nuestra vida hemos experimentado varias veces este mismo sabor. Muchos dicen que todo es culpa de la vida cotidiana que nos rodea con sus cadenas. para transformarnos en seres menos espontáneos y menos ávidos de cercanía, de caricias escondidas y de pequeños gestos que hacen latir el corazón.
Quizás esta sea precisamente la temida rutina tal vez seamos nosotros los que cambiemos con el tiempo nosotros que permitimos que nuestras emociones se apaguen día tras día y sin saber por qué. A veces somos como velas que brillan intensamente durante la noche, una luz que baila y nos inspira con sus formas pero que se va consumiendo con el paso de las horas hasta soltar en el aire un extraño aroma dulce y desconocido como un sueño del pasado que ya no tiene sentido en el presente. Tal vez…
Aceptar que ya nada es igual que antes nos invita a una reflexión profunda. Quizás no sea necesariamente un final sino un momento en el que el diálogo y el esfuerzo de ambas partes son necesarios para renovar la relación. Actuar con madurez y responsabilidad es la mejor manera de darle vida a un nuevo comienzo o a un final inevitable.

Ya nada es como antes y ya no somos quienes éramos
Cuando una persona toma plena conciencia de que las cosas ya no tienen el brillo, la intensidad y la magia del pasado. la primera sensación que se tiene es de profunda contradicción, amargura y nostalgia. Más que momentos sentimos nostalgia por ellos. emociones
Cuando ese vínculo emocional pierde la fuerza y la intimidad del pasado, la pareja lo extraña todo. Es un atardecer lento que entristece todo y te desespera porque el cerebro necesita sentirse seguro ante todo. No le gustan las contradicciones y estas dudas las interpreta instantáneamente como una amenaza o una señal de peligro.
Cuando entramos en esta fase de alarma lo primero que hacemos es buscar un por qué. Aunque la mayoría de la gente se centra en el chi. Y .
Centrarse sólo en el otro para acusarlo puede estar justificado en ocasiones pero no todas las relaciones tienen un solo culpable. De hecho, sería bueno que nos acostumbráramos a cambiar ciertas expresiones en este tipo de dinámica relacional. En lugar de utilizar la palabra culpa y el componente negativo que implica deberíamos utilizar la palabra responsabilidad.

En el juego de energías y refuerzos tanto positivos como negativos que configura el universo de las parejas. dos miembros son responsables del clima y su calidad. A veces, y hay que recordarlo, no hace falta buscar desesperadamente un culpable para comprender que las cosas ya no son iguales porque ya no las vemos como antes y porque parece que ya no las necesitamos tanto como antaño.
A veces el amor se desvanece. Y esto podría afectar sólo a un miembro de la pareja o a ambos. Porque aunque muchas veces nos han convencido de lo contrario las personas cambian con el tiempo o en lugar de cambiar, crecen. Surgen nuevas necesidades y nuevos intereses: lo que antes era una prioridad ya no lo es.
Un hecho que no deja de tener cierta gravedad y que conviene saber gestionar adecuadamente.
Si nada es igual que antes, actúa
Nadie puede ni merece vivir eternamente en esta antecámara de emociones rotas, relaciones incompletas o esperanzas que no se cumplirán. Si nada es como antes y no hay solución, es necesario avanzar con madurez y terminar la relación de la forma más digna posible.
En un interesante estudio de 2005 presentado sobre Revista de Relaciones Sociales Personales evitar el efecto fantasma es decir, practicar una conducta evasiva en la que uno simplemente se distancia del otro sin dar ninguna explicación.
Veamos a continuación los tres puntos claves para concluir con la madurez

Si ya nada es igual que antes, cada uno deberá empezar a caminar por su cuenta.
El primer punto a la hora de afrontar este tipo de situaciones es estar seguro de que no queda otra opción que separarse.
El segundo paso que aconsejan los expertos es no destruir al otro antes de concluir la relación.
Por último y aunque sea un aspecto difícil que muchos consideran sin sentido, debemos perdonar. Perdonar no significa vacilar: es una fase necesaria de soltar para no sentir rencor. Significa poner fin a una fase en la que ambos se perdonan el dolor causado y aceptan todos los buenos momentos compartidos. Una despedida seguida a su debido tiempo de un perdón valiente nos ayudará a iniciar un nuevo camino, dejando atrás un pasado que ya no incluía entusiasmos ni esperanzas.