El amor no es una guerra a pesar de las batallas.

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Incluso si a menudo tienes que enfrentar batallas el amor no es una guerra . A pesar de los malentendidos, no debemos ver al otro como un enemigo. El otro podemos ser nosotros mismos cuando nos culpamos por haber cometido un grave error pero también puede ser la persona con la que compartimos la cama quien poco a poco nos va quitando todo el espacio, obligándonos a dormir en un rincón y robándonos las mantas con las que intentamos protegernos del frío.

Un argumento frío que nació de la complicidad que genera el compartir sueños y esperanzas. Pero también pesadillas, sufrimiento y errores. Porque sin compartir no puede haber complicidad. Una complicidad que admite batallas pero no guerras.

'Aunque a menudo tenemos que afrontar batallas el amor no es una guerra . A pesar de los malentendidos, no debemos ver al otro como un enemigo.

El amor no es una guerra: el camino hacia la empatía

Sólo se permiten determinadas armas en las batallas amorosas. Las cosquillas y las caricias son una constante en cambio. es mejor no desenvainar el rencor . Son batallas en las que se perdona y se olvida. Se borra para escribir nuevas historias. Y por si fuera poco, se pone en juego la razón siendo conscientes de que es un arma de doble filo que casi nunca es la mejor. En el amor la verdadera victoria es evitar herir al otro. Y así, habiendo llegado al movimiento final, la lógica retrocede silenciosamente.

Poder contar con la otra persona es importante aunque muchas veces tengamos la impresión de que no nos entiende y nos sintamos víctimas de una especie de Torre de Babel . Esto no sólo pasa con nuestra pareja sino también con nuestros padres, amigos o hijos. Por mucho que nos esforcemos por ser empático es imposible estar de acuerdo en todo.

Otros no pueden hacerlo pero nosotros tampoco. Aunque a veces nos esforzamos tanto que creemos que lo hemos conseguido. Hacer un gran esfuerzo no asegura un buen resultado. Pensar que lo has conseguido es un espejismo comparable a ver agua brotando entre las dunas del desierto.

Cuando no lo logramos o mejor dicho cuando no lo logramos al 100% (o nuestra pareja no lo logra del todo) no hay necesidad de culparnos. El compromiso adquirido incide en el resultado, nos permite ver claramente todas las oportunidades, nos hace comprender el valor de la honestidad pero rara vez nos lleva al resultado deseado.

Pero ¿cuántas batallas (que corren el riesgo de convertirse en verdaderas guerras) surgen de la creencia de que los demás no se esfuerzan por comprendernos? Tendemos a olvidar todas las ocasiones en las que nos entendieron perfectamente. A veces Es exactamente ese bolígrafo rojo que usamos para marcar el errores para firmar nuestra condena. Y así se levanta ladrillo a ladrillo el obstáculo que se convertirá

Ser incomprendido
-H.F. amiel-

Las heridas de guerra son profundas y a menudo mortales.

Intentar recuperar el amor tras declarar la guerra es una misión difícil. El otro se transforma en nuestro enemigo al que hay que dominar y derrotar. A estas alturas muchos creen que basta con deponer las armas para arreglar las cosas pero no es así.

Probablemente ya no quedará nada por hacer. Anteriormente el suelo era fértil, ahora árido y vulnerable. Todo es inevitablemente diferente porque nadie seguiría jugando con alguien que les tendiera una trampa; Nadie quiere una persona que le recuerde la peor parte de sí mismo.

En definitiva esto romper es simplemente la consecuencia de un disparo a ciegas tras haber amenazado con un arma cargada de rencor.

Porque cuando uno pareja Se declara la guerra, el amor se rompe, se desgasta y se convierte en una bala afilada, incandescente, capaz de hacernos trizas. Por este motivo debemos intentar no disparar primero y desperdiciar declaraciones de guerra. Entonces seremos libres de decidir si continuamos de manera constructiva.

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