
Las máscaras que usamos son herramientas que sirven para adaptarnos a las circunstancias. Es una de las formas que tenemos para reinventarnos y seguir adelante. Nos hacen sentir capaces de cualquier cosa y alejan aquello que creemos que puede hacernos daño.
En resumen, la máscara es un mecanismo de defensa inconsciente que intenta proteger nuestro verdadero yo del peligro. Es un engranaje que nos permite sobrevivir. Por lo tanto, usar una máscara no es necesariamente malo.
En algunas situaciones, sin embargo, la máscara que hemos elegido no tiene función adaptativa sino todo lo contrario. Las máscaras que se ajustan permanentemente a nuestro rostro real han sido ampliamente estudiadas en psicopatología. Se les llama ego por psicología gestalt y reservas culturales en psicodrama.

¿Cuándo necesitamos usar una mascarilla?
Aprendemos a usar mascarilla desde pequeños cuando nos damos cuenta de que en algunas circunstancias No podemos comportarnos como nos gustaría si queremos ser aceptados.
Entendemos, por ejemplo, que necesitamos controlar la frustración o enojo para obtener la aprobación de nuestros padres. O que tenemos que ser pacientes y agradables con los compañeros para ser aceptados.
La máscara traza los límites de las relaciones y roles que tendremos que asumir en la vida. Nos permite reflexionar sobre nuestros impulsos y desarrollar habilidades superiores como la empatía.
Nos apoyamos en estas máscaras o personajes internos incluso en situaciones de necesidad. Por ejemplo, está la máscara de una persona fuerte, útil en las adversidades o en los momentos difíciles que finalmente soltaremos para descansar del cansancio.
Las máscaras que nos acompañan en la vida
Aprendemos a usar máscaras cuando somos niños y las explotamos hasta la muerte. Algunas son nuestra salvación, otras nuestra condenación. Veamos los más comunes:

Cuando las máscaras que usamos se pegan
Todas las máscaras que usamos tienen algo en común: nos permiten proteger nuestro verdadero yo de posibles amenazas. A veces Los llevamos tanto tiempo puestos que se pegan a la piel. . Entonces empezamos a preguntarnos si realmente somos así; si la máscara es parte de nuestra esencia.
Cuando empezamos a hacernos estas preguntas significa que nuestra preciosa máscara nos ha hecho compañía durante demasiado tiempo. Y tal vez este papel sea lo que queda del niño herido que anhela ser amado y considerado.
Las máscaras que alguna vez nos protegieron, pero que ahora no sirven para nada, se convierten en un medio para desconectarnos de nuestras emociones, distanciándonos de nuestros verdaderos deseos e ideales. La pérdida de esencia y de conexión emocional puede llevarnos a un callejón sin salida ; Intentaremos usar la misma máscara una y otra vez incluso si el contexto
Algunas máscaras que usamos nos cuesta deshacernos de ellas . Por ejemplo, alguien que lleva la máscara de tipo duro podría pensar que los demás le respetan precisamente por este aspecto y que podrían abandonarle una vez que vean su vulnerabilidad. Sin embargo, esto es un engaño de la mente.
Cuando termina nuestra interpretación diaria regresamos a casa. Luego, después de quitarnos todas las máscaras, podemos mirarnos al espejo y conectarnos con nuestro yo auténtico. Observemos quiénes somos realmente, nuestras zonas de sombra y de luz; Aprendamos a amarnos a nosotros mismos antes de pedir amor a los demás. Sólo así podremos mostrar nuestro rostro desnudo al mundo.