Las máscaras que usamos: ¿cuál es la tuya?

Tiempo De Lectura ~3 Mínimo
El de tipo duro, niño bueno, máscara de salvador... Todos llevamos una en alguna ocasión pero hay máscaras que llevamos tanto tiempo en la cara que han acabado adhiriéndose a nuestro ser.

Las máscaras que usamos son herramientas que sirven para adaptarnos a las circunstancias. Es una de las formas que tenemos para reinventarnos y seguir adelante. Nos hacen sentir capaces de cualquier cosa y alejan aquello que creemos que puede hacernos daño.

En resumen, la máscara es un mecanismo de defensa inconsciente que intenta proteger nuestro verdadero yo del peligro. Es un engranaje que nos permite sobrevivir. Por lo tanto, usar una máscara no es necesariamente malo.

En algunas situaciones, sin embargo, la máscara que hemos elegido no tiene función adaptativa sino todo lo contrario. Las máscaras que se ajustan permanentemente a nuestro rostro real han sido ampliamente estudiadas en psicopatología. Se les llama ego por psicología gestalt y reservas culturales en psicodrama.

¿Cuándo necesitamos usar una mascarilla?

Aprendemos a usar mascarilla desde pequeños cuando nos damos cuenta de que en algunas circunstancias No podemos comportarnos como nos gustaría si queremos ser aceptados.

Entendemos, por ejemplo, que necesitamos controlar la frustración o enojo para obtener la aprobación de nuestros padres. O que tenemos que ser pacientes y agradables con los compañeros para ser aceptados.

La máscara traza los límites de las relaciones y roles que tendremos que asumir en la vida. Nos permite reflexionar sobre nuestros impulsos y desarrollar habilidades superiores como la empatía.

Nos apoyamos en estas máscaras o personajes internos incluso en situaciones de necesidad. Por ejemplo, está la máscara de una persona fuerte, útil en las adversidades o en los momentos difíciles que finalmente soltaremos para descansar del cansancio.

Las máscaras que nos acompañan en la vida

Aprendemos a usar máscaras cuando somos niños y las explotamos hasta la muerte. Algunas son nuestra salvación, otras nuestra condenación. Veamos los más comunes:

    el buen chico. El niño que ha aprendido a comportarse siempre bien para ser aceptado y al que le resulta difícil establecer límites o expresar su opinión por miedo a la desaprobación. Busque afecto a través de un comportamiento amable y servicial.
    el guerrero. Esa máscara que se formó en las batallas más difíciles nos permitió salir ilesos de grandes adversidades. Nos hace olvidar el miedo y la indecisión y nos permite tomar el control.
    Los indiferentes.El personaje que permanece impasible pase lo que pase. Se defiende de las amenazas ocultando su dolor.
    el salvador. Salvar a todos es su misión: amante de los casos desesperados y responsable de las desgracias ajenas.
    la victima. Aprendió que la vida está llena de desgracias y que el victimismo Es la única manera de conseguir cariño y atención.
    el duro. Máscara típica de las personas más sensibles que temen ser lastimadas o parecer vulnerables. Ante este miedo han aprendido a parecer impasibles e incluso agresivos.
    Los eternamente felices. Quienes tienen dificultades para aceptar emociones como la tristeza, la ira o la sensación de pérdida fingen que todo está bien con una sonrisa amarga. Una forma de escapar de las emociones.
    el chico gracioso. Ha aprendido a eludir las emociones con humor. Es una máscara similar a la anterior pero quien la usa también está convencido de que los demás dejarán de aceptarlo si deja de lado las bromas y comienza a mostrarse tal como es.

Cuando las máscaras que usamos se pegan

Todas las máscaras que usamos tienen algo en común: nos permiten proteger nuestro verdadero yo de posibles amenazas. A veces Los llevamos tanto tiempo puestos que se pegan a la piel. . Entonces empezamos a preguntarnos si realmente somos así; si la máscara es parte de nuestra esencia.

Cuando empezamos a hacernos estas preguntas significa que nuestra preciosa máscara nos ha hecho compañía durante demasiado tiempo. Y tal vez este papel sea lo que queda del niño herido que anhela ser amado y considerado.

Las máscaras que alguna vez nos protegieron, pero que ahora no sirven para nada, se convierten en un medio para desconectarnos de nuestras emociones, distanciándonos de nuestros verdaderos deseos e ideales. La pérdida de esencia y de conexión emocional puede llevarnos a un callejón sin salida ; Intentaremos usar la misma máscara una y otra vez incluso si el contexto

Algunas máscaras que usamos nos cuesta deshacernos de ellas . Por ejemplo, alguien que lleva la máscara de tipo duro podría pensar que los demás le respetan precisamente por este aspecto y que podrían abandonarle una vez que vean su vulnerabilidad. Sin embargo, esto es un engaño de la mente.

Cuando termina nuestra interpretación diaria regresamos a casa. Luego, después de quitarnos todas las máscaras, podemos mirarnos al espejo y conectarnos con nuestro yo auténtico. Observemos quiénes somos realmente, nuestras zonas de sombra y de luz; Aprendamos a amarnos a nosotros mismos antes de pedir amor a los demás. Sólo así podremos mostrar nuestro rostro desnudo al mundo.

Entradas Populares